Publicado: Jueves, 25 Noviembre 2021

¡Ven, Señor ! y haznos ver nuevas todas las cosas

Queridas amigas y queridos amigos:
El Adviento nos anima a proclamar, una vez más: “¡Ven, Señor Jesús!” (Ap 22,20). Es tiempo de recordar la cercanía de Dios. Y esa cercanía genera una nueva y confiada esperanza de que “quien empezó en vosotros la obra buena, la irá consumando hasta el día de Cristo Jesús” (Flp1,6)

En estos años, 2021 y 2022, que celebramos los Aniversarios Ignacianos en recuerdo de la conversión de Ignacio de Loyola y el itinerario espiritual que nos legó, se nos plantea la posibilidad de cambio personal que siempre es posible, aunque lo imaginemos complicado. Poder esperar, anhelar y desear esa cercanía de Dios se expresa plenamente en el “ven, Señor” del Adviento. Este grito no solo es un anhelo, un deseo profundo o una raíz de nuestro ser creyente. Es también la capacidad de traspasar la vida diaria para “ver nuevas todas las cosas”. “Ven Señor” es impedir que la presión externa abrumadora o el perfeccionismo interno agotador sean los únicos vectores vitales.

Tras casi dos años de pandemia dolorosa, tensionante y triste, pronunciamos las palabras de Adviento, “¡ven, Señor Jesús!”. Ojalá se aproxime el Señor precisamente al dolor por seres queridos fallecidos, o aquellos que han vivido la muerte o la proximidad a ella. También el Señor se acerca a la exclusión de muchos por la crisis, a la dificultad de entendernos y buscar el bien común como país y como mundo. Esperar la venida invita a reflexionar sobre la esperanza que nos llama hoy y que es tan difícil de encontrar o de mostrar y donde, cada vez más, dejamos interiormente que cale el abatimiento por tantas dificultades cansancios o reveses. La espiritualidad cristiana e ignaciana reconoce la esperanza como una fuente poderosa de vida que es a la vez, regalo y elección en circunstancias siempre imprevisibles, nuevas y cambiantes.

Como Compañía de Jesús, nos preparamos para la Congregación Provincial de febrero de 2022 en Manresa. La revisión de las Preferencias Apostólicas Universales y el examen del estado de la Compañía y de la misión hoy, nos llevan a decir: “¡ven, Señor!. Dios está cerca y, como dice el Papa, “se ofrece no se impone”. Cuando miramos nuestra realidad de cristianos y de personas vinculadas a la espiritualidad ignaciana, vemos que hay huecos y limitaciones. Nos encontramos con dificultades para acertar en la transmisión de la fe, en la educación, en la formación de personas para los demás, en la lucha por la justicia, en la ayuda a los excluidos, en saber transmitir ilusión, esperanza y alegría. Precisamente por eso, desde nuestras comunidades, nuestras obras o nuestras familias, es momento de alzar la mirada y volver a pedir con deseo profundo, “¡ven Señor!”

Otros muchos desafíos aparecen en nuestro horizonte: el cuidado de la Casa Común que nos ha recordado la Cumbre del Clima en Glasgow (y que será el tema de la Asamblea de Provincia en abril de 2022), la promoción de vocaciones cristianas plenas en el servicio a la Iglesia (y especialmente a la vida consagrada y a la Compañía), la urgencia por atender y aprender de los excluidos, los migrantes, las personas vulneradas en su dignidad más profunda, especialmente menores. El grito de Adviento, “¡ven, Señor Jesus”, quiere romper la distancia que sentimos con Dios. Esa distancia no puede llevar a desesperarnos, a desconfiar y a apartarnos de los demás o de la misión de Jesús. Es superar amablemente una desolación que siempre tenemos a mano y que es muy fácil de seguir porque se pega a nuestro ser en forma de fatalismo y depresión.

Podemos decir con la fe del corazón, “¡ven, Señor!”, porque la cruz de Jesucristo nos acompaña en el camino y nos abre a la resurrección. No estamos solos porque Dios mismo se encarna y ha venido a nosotros en Jesús. La humanidad no está abandonada a sí misma. Desde este deseo de la venida del Señor se renueva nuestro sí a Dios y nos da fuerzas para seguir en el camino tortuoso y desconocido del mundo de hoy. Y nos atrevemos a decir, con deseo y con inseguridades:

“Ven, Señor Jesús, te necesitamos. Acércate a nosotros. Tú eres la luz: despiértanos del sueño de la mediocridad, despiértanos de la oscuridad de la indiferencia. Ven, Señor Jesús, haz que nuestros corazones distraídos estén vigilantes: haznos sentir el deseo de rezar y la necesidad de amar”
(Oración del Papa Francisco, 29 de noviembre de 2020)

 

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